jueves, 16 de septiembre de 2010

39. La ruta de Enrique Peña Manuel Camacho Solís El Universal ‏



La ruta de Enrique Peña
Manuel Camacho Solís 
El Universal 

Lunes 20 de septiembre de 2010
¿Por qué un político que tiene el más alto nivel de aprobación decide comprometerse con una contrarreforma que le restará legitimidad y, en consecuencia, lo debilitará para una competencia presidencial y para hacer un buen gobierno?
No hay respuesta. Enrique Peña Nieto ha cometido un error. La alianza opositora a la que tanto teme estaba por verse. En cambio, su contrarreforma está a la vista: lo hace débil y lo lleva a perder autoridad moral.
Su temor a una alianza opositora, lo está llevando a tomar decisiones que no harán sino minar sus propias oportunidades. Si se sale con la suya, entrará a la competencia de la sucesión presidencial en 2012 como un candidato temeroso, sin visión y deslegitimado por sus prácticas patrimonialistas; justo lo contrario a lo que los tiempos y la sociedad más participativa reclaman.
La contrarreforma Peña es para someter a la oposición y evitar una alta participación ciudadana. Su temor a las alianzas y a la competencia electoral lo ha llevado a comprometerse con acciones ilegítimas. Primero apoyó el aumento al IVA, con tal de que el PAN no hiciera una alianza con el PRD para la elección de gobernador de su estado. Después, consideró posponer la fecha de la elección. Finalmente, se aprovechó de la distracción de las fiestas patrias, para lograr que le aprobaran una contrarreforma que obstaculiza la alianza opositora, favorece el control priísta sobre el aparato electoral y da ventaja adicional a quien dispone del control de los medios y del dinero.
Enrique Peña pretende regresar el reloj de la historia 20 años, justo cuando nuestro país está en ebullición por el debilitamiento de las instituciones y la violencia. La contrarreforma que promovió contra el derecho de los ciudadanos a asociarse y para debilitar a las oposiciones es algo que nuestro país ya vivió. La contrarreforma de Peña Nieto de 2010 que elimina las candidaturas únicas y pone obstáculos a las coaliciones opositoras es igual a la de 1990. Si entonces ese arreglo fracasó, pues el propio gobierno se vio obligado a reabrir las condiciones de la competencia electoral en 1994, ¿cuál es el argumento para justificar que ahora la fórmula antidemocrática pueda ser exitosa?
El temor que Peña ha mostrado, la falta de visión de su iniciativa y el manejo patrimonialista del poder público con el que la sacó adelante, más que anticipar una restauración autoritaria, anuncian que, un triunfo suyo en 2012, ahondaría la ingobernabilidad.
México no necesita regresar 20 años la historia. Nuestro país necesita un proyecto de futuro. Más que el parche y la triquiñuela legaloide, la revisión profunda del arreglo institucional. Más que el clientelismo y la fórmula de dinero y más dinero para ganar una elección, la alta participación de los ciudadanos en torno a una causa y un proyecto incluyente. Más que la perpetuación de un statu quo económico y social que limita las posibilidades de convivencia y desarrollo, su transformación.
El gobernador Enrique Peña Nieto se ha equivocado con su contrarreforma. Todavía está por verse si la podrá sostener ante los tribunales. De sostenerla, sí podrá detener a la alianza opositora, pero sobre todo la alta participación ciudadana que es el verdadero antídoto contra el autoritarismo. Pero aun si le funciona, su triunfo en el Estado de México le restará legitimidad al momento de entrar a la competencia presidencial y lo colocará en la ruta conocida, donde la imposición de los intereses, resta autonomía al poder público y ahonda la ingobernabilidad.

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